El último movimiento
Los dos se
sentaron a tomar algo. Uno era delgado, entrado en edad y muy alto, el otro era
Joannes Kraft.
— Algo me enteré,
pero mejor contámelo vos.
— Dale, ¿Qué
parte querés saber?
— Contame toda la
anécdota.
— Bueno.
— Pero pará,
contame todo con lujo de detalles y no la hagas muy larga.
— ¿Por dónde
empiezo?
— Ubicame un poco
en contexto si querés, como si no te conociera.
— Dale.
— Pero pará,
Joannes. Trata de que sea como una sinopsis. Resumilo en tres actos y con las
peripecias estructurales bien definidas.
— ¿Tercera
persona?
— Si, en tiempo
presente. Y trata de no usar gerundios.
— ¿Puedo putear?
— En la medida de
lo posible no.
— Voy a tratar.
Empiezo.
— Dale.
— Por el año
1790, en un poblado austríaco, vive un talentoso y alcohólico compositor
llamado Joannes Krafft. Luego de una habitual noche de juerga, Krafft duerme
bajo la lluvia y bajo el brazo tiene la partitura de la sinfonía que quiere
tocar en las audiciones que se hacen en la iglesia para una ceremonia con
motivo de la visita del Emperador. Leopold, otro compositor, encuentra a Krafft
borracho y lo acompaña a su casa. Allí, Leopold encuentra unas partituras y las
roba. Al otro día, al llegar tarde a la iglesia, el sacerdote le dice a Krafft
que eligieron a Leopold para tocar en la ceremonia. Al ver la partitura que
usará, Krafft descubre que se trata de su sinfonía transcripta. El sacerdote le
dice que, si puede probarlo, se le permitirá tocar en la ceremonia.
Posteriormente, Krafft le exige a Leopold que admita la verdad, pero éste se
niega.
Más tarde Krafft
escribe el final de la sinfonía, ya que está incompleta, para convencer al
sacerdote de que él es autor de toda la
obra. Al oírlo, más adelante, el sacerdote le cree, pero nada puede hacer al
respecto, ya que no puede probar que el resto de la obra es de su autoría. La
única forma, dice el sacerdote, es si presenta las partituras auténticas con las
fechas originales. Krafft recuerda que la fecha estaba puesta en los pergaminos
que Leopold le robó y decide entrar a la casa de éste para recuperarlos. Krafft
logra entrar en la noche a la casa de Leopold, que en ese momento se encuentra
vacía. Luego de beber el resto de una botella de vino, comienza a revisar todos
los muebles de las habitaciones. Un perro guardián entra desde el patio,
embiste a Krafft y éste se encierra en una habitación. Horas más tarde Leopold
entra a la habitación, encuentra a Krafft dormido dentro de un placar y lo
despierta. Burlándose por el fallido intento, Leopold le muestra las partituras
originales y las copiadas, señalando que la fecha escrita en la copia es
anterior a la de la original, dejando en claro que de nada le hubiese servido
recuperarlas. Krafft, intenta golpear a Leopold, pero no logra acertar.
Leopold, mostrándose piadoso por el estado deplorable de Krafft, lo acompaña a
la salida. Antes de que se vaya, Leopold le propone compartir el crédito si
Krafft compone un final para la sinfonía, ya que él no se conforma con sus
propios intentos. Krafft le dice que ya tiene uno y aceptará la propuesta bajo
la condición de que sea él quien toque en la ceremonia. Leopold accede. La
noche antes de la ceremonia, Krafft y Leopold se encuentran en una taberna y
ambos repasan la partitura con el final que Krafft compuso, luego toman varios
tragos para festejar, pero Leopold pone, secretamente, láudano en la bebida de
Krafft. Posteriormente, mientras caminan por la calle, Krafft se desmaya y Leopold
se lleva la partitura. Krafft despierta en una celda arrestado por ebriedad y
luego de insistir, convence al guardia de liberarlo componiendo una pieza
romántica (me refiero a de amor, no a todo este movimiento cultural de ahora,
aunque en realidad si, también) para que le regale a su esposa. Krafft abandona
la prisión corriendo.
Krafft llega a la
iglesia y entra cuando el concierto ya ha acabado. El público, entre ellos el
Emperador, aplauden con cierto entusiasmo. Krafft entra gritando que el mismo
es el verdadero compositor de la obra. Todos se ríen por su aspecto andrajoso.
Los guardias preguntan si deben sacarlo y el sacerdote les dice que esperen un
momento. Krafft se sienta en el piano y anuncia que el final que escucharon no
es el original sino uno falso que él mismo le dio a Leopold porque sabía que no
respetaría el acuerdo. Luego interpreta el anteúltimo movimiento a la
perfección y continúa con el final que había escrito originalmente. Al terminar
la gente lo ovaciona de pie. Más tarde, a la salida, Krafft recibe grandes
halagos del Gobernador. Posteriormente, el pelotudo de Leopold se acerca y
felicita a Krafft por su grandeza.
— Si, algo así
había escuchado. Muy bien.
— Leopold es un
boludo.
—Leopold es un
boludo, sí.
— Se podría escribir
tu historia.
— Como guion re
garparía.
— SI, pero
tendrían que ser muchas escenas.
— Escribila vos
si querés, yo nomás soy músico.
— Bueno.
Finalmente, si,
los dos se pusieron a beber. Luego de media hora, Joannes ya estaba desmayado
de tanto alcohol. El otro se puso a buscar algo para robarle, pero no encontró
ninguna posesión valiosa, por lo menos nada que Joannes tuviera encima en ese
momento. Así que dejó de buscar y terminó su trago.
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