Lo que vendo
Ya van quince segundos y el agua sigue saliendo marrón, lo cual me hace pensar que fue bueno haber vomitado el mate cocido que me prepararon. Lo peor no es el color del agua, sino lo helada que sale. De todas formas, tengo que lavarme las manos. Ya habiendo hecho mis necesidades es que me hago verdaderamente consciente de la precariedad que me rodea. El lugar en el que estoy no es un baño y no se encuentra en una casa. Las chapas cubren parcialmente la intemperie, la luz del sol se filtra. Ese aspecto me causa un malestar peor que mi diarrea. ¿Con que me limpié?, ya no quiero ni pensarlo. No cagué ni vomité en un inodoro, en algún tiempo quizás lo fue, pero ya no. Tal como mis anfitriones que en algún momento quizás parecieron humanos y ahora son una colección de arrugas, piel curtida y unos trapos viejos y apolillados que cubren toda esa masa de decrepitud. Quiero saltar varios minutos en el futuro y estar ya en mi auto con la calefacción encendida, pero no tengo m...